Yo, caminante de ceras y sales numeradas,
geógrafo aficionado al polvo de caminos, he destruido mi
casa sin caridad secreta
y ando por el mundo en forma solitaria,
ando sin mis sandalias ni el típico bordón
en busca del asilo de mis conocimientos.
Yo, caminante, busco la estrella misteriosa,
aprieto el paso hasta el amanecer, voy
cruzando mares, acariciando nieves,
toda una selva mágica me presta sus tambores
y la tierra me interroga como la arteria al corazón
y los problemas me nacen como espigas inquietas
y la vida me convierte en rebelde peregrino.
Una luz rebasa mi mitad teórica,
mi paisaje natal es un árbol iluso,
mi esperanza, toda piel de desiertos,
un código angustiado que besa las tormentas,
y soy un paisaje solitario de las edades
sin los adornos geométricos de las procesiones.
Yo, caminante, sé que la muerte me vigila los pasos
que van directamente
hacia las arenas tutelares de la nada;
que mi corazón derriba su esperanza
y me gasta en aceptar las dudas.
Yo, caminante, regreso
finalmente a mi tierra insular,
estación de mi palabra, espejo
natural de mi conciencia; isla,
isla perdida en abanicos, en
un sueño libre donde llevo mis huesos al descubierto.
Yo, caminante, siempre espero el humo de los cirios
que me dicen: vuelve a la casa antigua
y vuelvo con mis pies descalzos,
honrando la tierra como a olivo milenario.
porque yo,
caminante solitario, sólo quiero mi muerte...
Víctor Manuel de Tassis
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