Subí a una barca un día para caminar el mundo
y encontré a un navegante que, sereno, me señaló
la ruta con sus manos y pidió que oyera sus palabras:
" yo soy un hombre viejo, siempre tuve la antigua pasión
de viajar con el misterio y encontrarle a la vida todos
sus absolutos; sí, buscaba una respuesta que no tenia final
y nunca pude hallarla, pero no importa, no ceses,
yo sé que el agua te vincula al sueño
y todos los tesoros del océano
confunden tu fantasía y tu esperanza”
y era verdad,
sabía que con mis brazos quería recorrer los mapas
sabía que las sílabas secretas de la espuma, ponían sobre mis
hombros la alegría,
y yo miraba esa experiencia como a sostén de vida,
y miré hacia mi isla, arena, orilla, mundo plano,
sereno sol, luz cotidiana, y le hablé al paisaje
y le hablé a mis sentidos y recordé al navegante:
Yo quiero ser hoy lo que tú eres: reino del silencio,
reino del sí y del no,
de la cautela que acecha con cariño,
del ritmo oculto y veloz de la penumbra,
y quiero ser como la astucia de la ola que fortalece el azar,
o como el saludo del mar que es un episodio de lujo,
o como las sales que descubren una manera de vivir
o gastar toda una tarea en hacer el misterio,
o no sé, hacer como el viejo consejero
que aspiraba al tercer reino de la tierra,
a conocer los oscuros principios de una edad.
Hoy no sé lo que quiero, no sé lo que persigo,
porque a una brújula loca le asignaron la estrella
que buscaba el navegante pero eso sí, !fíame el sol para
encontrar el destino que envolvió en su mirada
el náufrago natural de un tesoro amado!
Emilio Montemayor
Cuba
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