Nos parapetamos
en el laberinto inocente de un dilema,
encerrándonos en el temprano universo que quema.
Buscamos mil formas de escapar sin escapatoria,
del verde enredo amoroso, de encrucijada tripartita;
pero más pudo el deber grabado en nuestras memorias
que el amor profundo que palpitaba en nuestras vidas.
Las lágrimas derramadas desde los ojos del tercero,
lastimaron mi idiosincrasia de juventud cristiana.
Y me negué a amarte amándote. ¡Te negué que te quiero! Y con mi decisión herí nuestro amor.
¡Qué desgracia! Hacer sangrar el corazón de un ser humano tan bueno.
Mi inmadurez me arrastró hacia al amarte y olvidarte,
hiriendo tu constitución de mujer de temple enamorada. Afeando nuestra hermosa historia que pudo ser un arte.
En verdad. Nuestro amor fue un arte. ¡He dicho un arte! La perfecta arquitectura de un amor inacabado.
¡Amada! ¡Qué lindo pudo haber sido el meollo de nuestra historia, si no hubiese existido el dilema después del encuentro final!
Si embargo, después de todo nos ha llegado la gloria.
A sabiendas del pasar de los años todo en el alma sigue igual.
Emilio Montemayor
3- dic.- 2005
1 comentario:
La perfecta arquitectura de un amor inacabado; serà por eso que resultò perfecta?
Saludos
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